Galería Del Infinito.
Curaduría: Florencia Battiti.
Fotografía: Fabián Cañás.
Arribar al sentido a través de las formas
Por Florencia Battiti
Si hablamos con un ladrillo y le preguntamos qué le gusta, dirá que le gustan los arcos. Si le decimos: `mira, los arcos son caros, en cambio siempre se puede usar un dintel de hormigón que ocupe el lugar de un arco´, el ladrillo responderá: `ya sé que son caros y que probablemente no puedan construirse en estos tiempos; pero si me preguntas lo que me gusta, seguiré diciendo que los arcos´.
Louis I. Khan
Nada es lo que parece en la obras de Marcela Cabutti. Es cierto que los materiales que utiliza se muestran a sí mismos sin ambages –el ladrillo está a la vista, el cristal es traslúcido o coloreado− y también es cierto que algunas de las piezas encuentran su referente más próximo en la arquitectura –reconocemos fácilmente arcos y columnas− pero aún así, la composición formal de estas obras se nos presenta obstinada y un tanto indiscernible, como si se escurrieran hacia otro tiempo y hacia otro espacio que no encaja del todo en el de nuestra contemporaneidad.
“Siempre ante la imagen, estamos ante el tiempo”, dice Didi-Huberman, “como ante el marco de una puerta abierta… “. Y ante estas nuevas piezas de Marcela, uno se encuentra trazando asociaciones y, de alguna manera, intentando ordenar el remolino de sensaciones que despiertan. Sus formas y sus materialidades suscitan infinidad de preguntas. ¿Qué clase de emoción es necesaria para unir la solidez del ladrillo con la fragilidad del vidrio? ¿Qué tipo de soplo les dio vida a estas extrañas construcciones? ¿Qué sensación provocarían en mi cuerpo las gotas de una lluvia de cristal?
Sabemos que a Marcela le atraen los procesos constructivos y la perdurabilidad de los saberes a lo largo del tiempo. Desde hace algunos años, trabaja en relación directa con grandes industrias, como la Cristalería San Carlos y la fábrica de ladrillos Ctibor, compartiendo prácticas, afectos, destrezas y experiencias con quienes allí trabajan, para luego ensayar en su taller los modos y maneras de resolver lo que sus piezas le requieran. Asimismo, ella nos cuenta de su admiración por arquitectos como Amancio Williams o el uruguayo Eladio Dieste, quienes supieron llevar su oficio a grados de experimentación y creatividad que los vinculan, sin duda, con la práctica artística. Pero en este caso, la figura que campea sobre la concepción de estas obras –y de quien proviene el título de la muestra− es la de Louis Khan, un místico de la arquitectura quien aseguraba que la forma emerge de su sistema de construcción y que al trabajar los materiales –el ladrillo por ejemplo− hay que preguntarles qué quieren o pueden ser, escucharlos, prestar atención a lo que aspiran, para luego someterlos al proceso constructivo que se avenga mejor a su deseo.
Así, para Marcela, el ejercicio de constatar las formas se torna una práctica de comprensión, una verificación del saber, de la experiencia y de la intuición, para finalmente arribar al sentido y a la esencia de esas formas al concretar la realización material de sus piezas.
Por otra parte, el diálogo que estas obras entablan con el espacio de la galería –especialmente la columna de miniladrillos− se vincula directamente con su especificidad, con su voluntad por relacionarse con el entorno, conscientes de que no se encuentran en un territorio neutral sino que intervienen en una espacialidad preexistente, y por ende, se inmiscuyen con los significados, la disposición física y la historia propia del lugar, reconfigurándolo.
Se suele decir que los verdaderos filósofos crean conceptos nuevos. En este sentido, me gusta pensar en Marcela como una filosofa de las formas, una artista que crea piezas que −si bien modulan parcialmente un lenguaje conocido− se valen por sí mismas como mundos nuevos, como inéditas conformaciones atravesadas por conceptos y afectos que provienen de ella, pero que al mismo tiempo la exceden, independizándose de quien los experimentó para adquirir vida propia.