Galería Spanierman, Nueva York.
Artistas: Mónica Millán y Marcela Cabutti.
Texto: Lisa Peters.
Fotografía: Galería Spanierman, Angus Vail, Patricia Ciocchini.

Obras de la exhibición Jardines y Jardines, Mañana, tarde y noche (2006).

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Por Lisa Peters

Aunque las obras de fantasía y transformación mágica de la artista argentina Marcela Cabutti pueden asociarse con el surrealismo, están conectadas más específicamente con la rica tradición literaria argentina de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Manuel Puig y Ernesto Sábato, que Cabutti ha absorbido apasionadamente, junto con la escritora uruguaya Marosa di Giorgio y los escritores japoneses Tanizaki y Kawabata. Como en los cuentos de Borges y Cortázar, los puntos de vista cambiantes y el sentido metafísico de tiempo y lugar son aspectos esenciales en la obra de Cabutti. Para la artista, ha sido un desafío capturar el momento narrativo y las varias perspectivas de la literatura en forma visual. Haciéndonos ver con el sentido de inocencia y magia de un niño, sus obras son también multiniveles, con un frecuente yacer naïveté, con un conocimiento autoconsciente, mientras que algunas veces está el otro modo alrededor. En efecto, por lo general hay varios niveles de reconocimiento y experiencia en su arte. 
Una flor de epoxi y resina es azul y grande, evocando la sorpresa de una niña al descubrirla en el jardín; la flor también parece sobremecanizada y quizás también azul, como si nos recordara que el jardín mismo consiste en naturaleza controlada y transformada. Sus paisajes, encerrados en cajas intensamente brillantes, tienen una apariencia antidiluviana, como las montañas y los lagos en una etapa formativa, como si el paisaje pudiera encerrarse en una caja y que una pequeña caja pudiera representar un mundo mayor, es reconocido por el modo en que Cabutti ha “envuelto para regalo” estas formas. Hay una metáfora en la forma que estos paisajes acuosos, simplemente realizados, han sido puestos dentro de construcciones complejas, conectadas eléctricamente. Aún el volcán dentro de una caja es menos complicado que su envoltura exterior.
Cabutti también ha usado la fotografía para invertir las capas de la realidad. Cactus de epoxi y resina se alzan frente a fotografías de estas esculturas. Mientras las imágenes parecen mayores en escala que en su origen, no son menos reales que las creaciones de epoxi, parecen ser quizás más diminutas de lo que serían sin esta yuxtaposición. Para otras obras, Cabutti ha realizado hojas de epoxi coloreadas en plateado y las ha colgado en un árbol real, que ella luego fotografía. En sus imágenes finales, las hojas de epoxi están colgadas en las fotografías, incluyendo imágenes de ellas. 
Un grupo de nueve mujeres pintadas en azul agrega algo adicional al juego de Cabutti con la realidad. Todas las mujeres tienen los mismos cuerpos, reflejando sumisión; sus cabezas de brote de planta transportan su espiritualidad interior; aunque evocando el jardín en la imaginación de una niña que cobra vida de noche, un conocimiento adulto y sentido de la ironía preside estas suculentas criaturas.
Sofisticadas en su proceso, las obras de Cabutti nos recuerdan el deseo agridulce dentro de cada uno de nosotros de congelar nuestra niñez con el conocer de esta imposibilidad.