Rafaela, Santa Fé. Argentina.
Fotografía: Omar Yacob.
Para que no nos olvides
2015
Autor Mercedes Gamarra – Ilustraciones Pablo Picyk
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Marcela Cabutti
La idea es construir una flor de cardo en metal, de 3,50 metros de altura. Esta flor incluye un tallo recto de 1,4 metros, con hojas de formas curvilíneas.
El “involucro” (nombre proveniente de la botánica) es la forma cilíndrica principal, que posee numerosas “brácteas” (formas triangulares) ubicadas en filas, de forma linear o bien dilatada, con bordes definidos y ápices espinosos. Posee además una tupida cubierta de “flósculos” que son de color blanco a púrpura, largo y fino de simetría bilateral más o menos marcada.
Esta escultura pública que propongo para la ciudad de Rafaela puede tener varias posibles lecturas, además de la intención de reforzar la mirada en un nuevo distrito de arte situado alrededor del Complejo Cultural del Viejo Mercado recientemente inaugurado.
Por un lado ,existe la posibilidad a partir de esta obra, de señalar y destacar nuevos sentidos de circulación en la traza cultural y urbana que permitirá generar un “instante”, un detener la mirada de manera que los recuerdos surjan, algo que provoque resonancias y aprendizajes en los habitantes de la ciudad.
Las lecturas posibles surgidas de los habitantes tanto de tipo histórica, cultural e incluso botánica, son válidas y suficientes como vinculo con la propuesta.
Sentidos propios
Desde mi origen familiar la propuesta me compromete afectivamente ya que mi abuela nació y vivió aquí por algunos años durante principios del 1900.
Mi abuela se llamó Prima Lucía Bertolini y nació en Rafaela el 15 de Diciembre de 1908, hija de Palmira Prat y Federico Bertolini. Federico trabajó en la librería Castelvi, y luego se establecieron en Esteban Rams para luego mudarse a un campo a Ñanducita. Durante la ausencia de sus padres, mi abuela quedó dos años al cuidado de la familia Mascardi donde la más conocida era Teresita Mascardi quien colaboraba mucho con la Iglesia.
La familia Mascardi tenía un hotel llamado Toscano. Teresa Mascardi trabajaba en los almacenes Ripamonti, luego ella se casa a los 60 años y se va a vivir a la ciudad de Cosquín en la provincia de Córdoba.
Los Prat eran representantes del gobierno francés local y llegaron a Rafaela por el ferrocarril francés el cual terminaba su recorrido en la ciudad de San Cristóbal. Ciudad ésta donde los padres finalmente se instalan y donde mi abuela Prima inicia su propia familia al casarse con Victorio Séptimo Cabutti.
Mi abuela de intensa vida, vivió más de 100 años conservando hasta los últimos días la memoria familiar, atesorándola como un bien muy valioso, trasladándola luego a sus hijos, nietos y bisnietos. Era la encargada de guardar las cartas, fotos y recetas familiares además de muchas historias y detalles de Italia y Francia.
Una de estas recetas centenarias que recuerdo haber compartido como tradición italiana fue la Bagna Cauda. Esta receta era muy popular antiguamente y consistía en una especie de salsa caliente que consumía luego de las esforzadas tareas en el campo europeo.
Esta comida se preparada en un recipiente de terracota mezclando y calentando los ingredientes mas económicos que se tenían al alcance: aceite de nuez y ajos triturados donde se incluían anchoas saladas, como ingrediente de “lujo”, pero de fácil acceso debido a que la zona del Piemonte era parte del antiguo “camino de la sal “el cual partía desde Francia hasta el valle del río Po en Italia.
Esta salsa caliente era muy rica en calorías y era acompañada con todo tipo de vegetales crudos y cocidos incluidos trozos de pan y tallos de cardos. Estos tallos o pencas de los cardos era preparados durante algunas semanas, donde previamente se los envolvía con sus propias hojas para lograr mantenerlos tiernos, luego sacarles las espinillas y cocinarlos de modo de consumirlos sumergiéndolos en esta salsa salada.
Cuando los inmigrantes piamonteses llegan a la Pampa y se encontraron con la mayor cuenca láctea de Sudamérica la abundancia y el poco costo de la crema de leche reemplazo el uso del aceite de nuez.
Los tipos de cardos que se consumían en la Bagna Cauda eran provenientes de Italia. Dicha planta perenne es de la familia de las cynara cardunculus o cynara humilis y descripciones de este tipo de cardo se encuentran desde el siglo IV como ingrediente culinario popular en Grecia, Roma y Persia incluso continuando su consumo durante la Europa medieval y moderna.
El cardo es una planta muy común y que forma parte de la identidad de nuestro paisaje de campo y aunque comúnmente se la cree nativa del lugar, fue una planta exótica traída por los inmigrantes. Sus semillas fueron al principio traídas con fines alimenticios y medicinales y luego se transformaron a partir de su amplia propagación en una especie de plaga para la agricultura.
La elección de cardo como elemento para “homenajear” en mi obra no es fortuita, sino que esta íntimamente vinculada con la ciudad y los primeros pobladores extranjeros, así como también a los recuerdos de mi abuela paterna con quien vivi el privilegio de los valores, del respeto, y el orgullo familiar.
Desde la mirada artística elegir este tipo de planta herbácea propone una mirada de valoración estética diferente sobre estas plantas casi vulgares, que crecen en zonas muy áridas.
Me interesa poder fijar la atención en sus formas vistosas y en su color violeta especialmente durante la época de la primavera y el verano.
Lo más interesante por destacar de la planta es su crecimiento resistente incluso en las peores condiciones climáticas como podría ser la escasez de agua.
Esta condición de resistencia puede ser considerada como una metáfora de la condición propia de la producción del arte, con la cual me encuentro fuertemente identificada.