Fotografía: Promover S.A.



Como consecuencia de la  Instalación” Mira cuantos barcos aún navegan! (2008), donde espacialmente he usado todo el interior de una sala de exposiciones,  he descubierto que ciertos  proyectos y obras pugnan por escaparse de los espacios cerrados  y pretenden expandirse hasta tener la posibilidad de  ser construidos en  espacios públicos al aire libre, no precisamente  por cuestiones de tamaño. Dos aspectos indispensables de la escultura tradicional necesariamente desaparecen con estas propuestas y son: el pedestal tradicional de los monumentos- esculturas y  su significado  conmemorativo político-histórico antiguo.
La idea fue elegir una flor local, americana, la pasionaria, (flor   doméstica, salvaje, que crece prácticamente sin cuidados, en cualquier terreno o campo enredada a los alambrados),  y llevarla a una escala que  resulte visualmente convocante por su color  rojo metalizado.
Este color y su forma la destacan del resto de los materiales de los edificios que la rodean, especialmente  el vidrio y  el aluminio.
Imagino  sencillamente  que  quienes abran una ventana o deslicen una cortina desde los edificios cercanos y vean esa flor roja en el piso,  quizás puedan pensar  diferentes historias  en relación con su presencia : algunos se esforzaran por recordar la leyenda de   Anahí,  quizás  algunos se les dé por  inventar la historia de un gigante enamorado que  ha dejado caer por descuido y a la vista de todos una flor,( porque también  aquí los gigantes tienen prisa). O quizás imaginen que debajo de los cimientos de los edificios hay  naturaleza   desatada, dispuesta a emerger de cualquier modo.
Hay historias de  flores que  crecen tanto y que  se tratan de extender  sobre el pavimento, sobre el cemento y sobre los adoquines de los nuevos edificios: Es esos casos  mas que por su belleza, las flores  actúan del mismo modo que el  film “La Cosa”, film dirigido por John Carpenter (1982) .En el film una especie de criatura alienígena con la habilidad de imitar a la perfección a cualquier animal o humano avanza devorando todo a su paso.  Ahora es una flor, roja, una flor no natural,  una flor envenenada de técnica, y que  nunca se volvió más salvaje.
Me interesa  poder pensar la dinámica del comportamiento doméstico con objetos de una infraestructura para la vida cotidiana, la minuciosidad formal, sospechosamente blanda contrastando con las líneas infinitas y rectas de la  arquitectura.
Algo inesperado puede suceder… 
Según Javier Fuentes Feo “(…) la esencia última de lo que a mi entender es arte público, la capacidad de hacer pensar o sentir una experiencia diferente al caminar, de devolver una opción al paseo como experiencia de la propia identidad entre unas masas constitutivas y antagónicas de una autonomía quebrada”.
Las preguntas surgen necesariamente en relación con las  obras instaladas en escenarios urbanos ¿cómo pueden funcionar éstas en los distintos lugares  de circulación y esparcimiento? ¿De qué manera el contexto y los habitantes se interrelacionan con la obra? 
Este tipo de  obras colocadas en espacios públicos resultan  ser una insinuación, una provocación sutil que nos traslada y nos propone  construir  otros “lugares”.  Estas obras hacen que los recuerdos duren,  actúan como  indicio o demostración, no en el sentido de una argumentación lógica, sino algo que provoca resonancias y  aprendizajes.
Según Oteíza, en La investigación abstracta en la escultura actual, “Las espacialidades en que vivimos obligan a una dispersión de voces que parece un fracaso de las pretensiones constructivas, (…) “, sin embargo personalmente confío en las  imágenes, lo suficientemente ambiguas para que logren que el espectador se detenga en su desplazamiento  logrando  reflexionar y vincular otras ideas. Propongo generar una escultura, “un ahora”, un momento breve de sentir una presencia extraña o familiar, que logre  imágenes prolongadas y extendidas.
 Intento señalar un lugar, un objeto que  convoque a salir de la rutina y la  cotidianidad y nos devuelva  una mirada diferente. Esta obra o  “señal”  no pretende  un único significado sino un lugar de intersecciones de sentidos.

*El nombre de Pasiflora viene del latín “passio”, pasión y “floris”, flor. Fue llamada flor de la Pasión o pasionaria por los primeros exploradores españoles, reconociendo en las piezas florales los elementos de la Pasión de Jesús (corona de espinas, clavos, flagelo de tres ramas, columna donde fue flagelado). También se conservó el nombre guaraní, mburucuyá, transformado · Nombres vulgares: “flor de la pasión”, “pocote”, “pasiflora”; “mburucuyá” en lengua guaraní, “burucuyá”, “brucuyá”; “piók rol-lá” (testículo de perro), “pi rol-lá” apócope del anterior, “siilá ltaá” (padre de la enredadera) en toba; “iotóm”, “iotomtomlí” diminutivo del anterior en lengua vilela; “mburukuya” (Paraguay). Los frutos “granadillas”; “maracuyá” (Perú). Distribución geográfica: Desde México se dispersa por la zona tropical y subtropical de Sudamérica. En la Argentina habita en regiones templado cálidas (Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires, Córdoba, Salta, Jujuy).


La complejidad de una simple flor
Por Aldana Duhalde

AD – Marcela, ¿por qué te presentaste a este premio?
MC- Porque me interesaban las piezas al aire libre y la escultura pública,  que es algo que venía queriendo hacer ya hacía dos años. Investigué incluso los mecanismos para donar una obra y cuando vi la complejidad del tema me pareció difícil. Luego me mandan la invitación para participar y  sentí: más justo imposible. Yo estaba con mucho interés en una cosa así, pero no tenía las posibilidades. Necesitaba la  excusa para plantear una pieza  gigante que no podes montar en una galería. Y fue óptimo,  aunque no tenía idea de cómo iba a terminar…

AD – Mucha tensión antes de conocer los resultados…
MC- Todos los preseleccionados estaban muy tensos y yo también. Hubo mucha intriga. Es que todos los proyectos eran parejos.  Pero debo decir que tuve una extraña sensación de coherencia al presentarla, ya desde la memoria descriptiva y los bocetos. Yo sé que el mío fue un recorrido muy honesto. De mucho tiempo, de muchos años de búsqueda alrededor de esta pieza,  con un claro interés en un cambio en mi trabajo. Sobre dónde deben estar ciertas piezas hechas para dialogar de otra manera con la gente.

AD-  En este diálogo ¿qué esperas que la “Pasionaria” les diga a los caminantes?
MC- Que los ayude a tomarse un minuto de contemplación en este ritmo vertiginoso, sobre todo en este lugar de Buenos Aires. Proponerles que vivan un momento de pensamiento, de rescatar ideas que se mezclen con las memorias individuales. Básicamente que los caminantes puedan  detener el paso.

AD –Y vivir un contacto profundo con la idea de naturaleza…
MC- Es recordar que la naturaleza es siempre sorprendente. Que es increíble que de una semillita brote la complejidad de una flor. Que cada detalle forme lo que nosotros vemos como un todo. Me parecía que una flor construida en un espacio en el que prima el vidrio, el metal, y la velocidad era un aporte. Acá todos los que trabajan vienen por y para algo, es ofrecerles un punto de anclaje de cierta introspección, un punto más íntimo a pesar de estar expuesta al aire libre.

AD- Pienso ahora en  “La pasionaria” que fue una mujer muy aguerrida. En este sentido entra en consonancia con la propuesta de Puerto Madero de darle protagonismo a la mujer, desde el nombre de sus calles, su puente…
MC- Eso me lo dijeron los jurados. No fue una especulación, fue una cuestión natural que cuando me la marcaron  me sorprendió. Se ve que la obra excede algunas cosas que uno propone como artista, vínculos que yo puedo hacer pero que no necesariamente son los que van a hacer los demás. Y es así, ya no me va a pertenecer!! La hice, pero está para que pueda,  ella sola,  convocar a la gente. Me dicen que tal vez se transforme en un punto de reunión, una referencia para encontrarse. Y si dentro de esta ciudad inmensa alguien se encuentra, se logra un montón.

AD- ¿Desde cuándo se asocian en tu cabeza los términos arte,  ciencia y naturaleza?
MC- Tiene que ver con mi niñez, con mi familia -mis padres son bioquímicos, son científicos- así que hubo un microscopio a mano desde que tengo uso de razón. Llevaba al jardín de infantes mis ratitas, sapitos, todo lo que entraba en el laboratorio que funcionaba en mi casa. 
Y lo increíble es que  yo siempre dije que no me iba a dedicar a la ciencia, pero de alguna manera la ciencia está involucrada en mi mirada. Esto es lo que nos condiciona la historia familiar: qué cosas conoce uno del mundo. Y mis abuelos que eran verdaderos amantes de las plantas. Mi abuelo,  florista y mi abuela,  que aún hoy sigue hablándole a las plantas para que crezcan mejor… 

AD- La paradoja es que la pasionaria es una flor que crece justamente sin cuidados, que puede prender en cualquier terreno, libremente, en un alambrado.  ¿De qué estamos hablando en realidad? ¿Qué es lo que puede crecer así en Buenos Aires, en Argentina,  en este mundo?
MC- Y… yo creo que es el arte. Dentro de cualquier civilización es el surgimiento de algo que queda como despegado del contexto. Porque semillas como estas caen donde caen y nadie se ocupa de ellas y sin embargo son muy fuertes.  Ahora se las ha rescatado desde lo ornamental pero le preguntas a cualquiera que nació en el campo y son silvestres, crecen sin control, están. 
Para mí esta obra es eso, el rescate de cierto grado de simplicidad dentro de una trama urbana muy compleja.

AD-  Pero entre todo lo silvestre elegiste esta flor,  que obviamente remite a la pasión y a una pasión bien roja, ¿más cerca de la violencia o del amor? 
MC- Es jugar con esa ambigüedad. Me interesaba la elección del rojo por una cuestión espacial de emplazamiento, que se vea bien de lejos, pero también darle rojo a una pieza que si se mira con detenimiento tiene mucho de masculino. Es metal, está pintada con pintura de autos, remite a la velocidad. Por eso estoy tratando de lograr pequeños detalles que la hagan como más blanda dentro de lo que se puede obtener con las chapas. Tiene su carga poética y su agresividad al mismo tiempo. Ofrece oposiciones todo el tiempo. Es una flor, estructuralmente muy sutil, muy linda y a la vez  su centro parece un misil. Lo que no quería era que fuera una “florcita”, ni que impusiera sólo la lectura femenina de una mujer haciendo una flor. El arte no me parece que sea ni de las mujeres ni de los hombres. Sí me interesó esta dialéctica. No era una cuestión de agradar a la vista, era una cuestión de plantear preguntas, de inquietar, movilizar.

AD- También propone un juego de escalas, nos hace minúsculos como observadores…
MC- Sí,  toma unas dimensiones interesantes,  y esto tiene que ver con el lugar al que está destinada. En este paseo a pie, el tema de los tamaños provoca. Vuelven a nosotros esos ojos de la infancia frente a los cuales todo nos maravillaba, como cuando uno regresa a su escuela primaria para votar, porque le toca, y todo lo que solía ser gigante se ha vuelto diminuto. Y la campana que era enorme ahora es chiquita, y el patio inmenso resulta casi inexistente. Cómo cambia el tiempo esta percepción. Yo tengo muchas obras que toman esto y “Pasionaria” sigue esta línea. Pero me interesa también la escala cuando te pone en duda el funcionamiento de la propia  visión, cuando te pone la duda en el ojo. Sino es un recurso que se vuelve simple. Lo agrando, lo achico. Y  no. Se trata de cómo yo,  como espectadora, puedo sentirme frente a esto y cómo cuestiona el tamaño de uno mismo.

AD-  Esta experiencia se ofrece a un público amplio y diverso y,  en comparación con la obra protegida en un museo, multiplica lecturas y opiniones… 
MC- Y va a haber seguramente fanáticos de la obra y voces disonantes, pero esto es lo atractivo del riesgo de lo público. El riesgo o la ventaja, claro. Quizás haya alguien a quien no le interese o le parezca que no era necesaria. Y todas las miradas son válidas.

AD- Y en tu mirada ¿cuánto hay de artesanal y cuánto de industrial?
MC-Te diría que esta flor es más industrial que artesanal, pero va a haber detalles que seguramente veo yo y  quienes la están construyendo conmigo, que están buscados para lograr organicidad con un material que no te lo permite. Es otra de las luchas internas que tiene esta obra. Porque la industria hace cosas perfectas y yo les pedí que así fuera, porque el aspecto más orgánico se lo iba a dar yo. Y este es el “tratamiento” artesanal que busca que una pieza fría industrial,  se vuelva natural, como crecida espontáneamente.

AD- Pero no crece espontáneamente y la posibilidad concreta de materializar la pieza  sea tal vez una de las cosas más interesantes que permite el premio…
MC-Lo que más me apasiona es el modelado. Si yo pudiera doblar con mis manos las chapas lo haría, pero por cuestiones de fuerza y de seguridad,  sola no puedo. Para montar la flor estoy  trabajando con un grupo muy profesional. Para mí es un placer el armado y el premio me permitió ir conformando un equipo, son unas 30 personas si sumo todas las instancias del proceso. Es una maravilla en cuanto al compromiso y el amor con el que están trabajando.  Y al tratarse de una obra pública, estoy aprendiendo cómo funciona la creación con la colaboración de mucha gente, los comentarios y pautas a cerca de la circulación alrededor de la obra, aspectos que uno los tiene apenas en consideración cuando está trabajando en una galería.

AD- ¿Es responsabilidad de las empresas generar estas oportunidades? 
MC- Nosotros sabemos que afuera, en el exterior,  el Estado está mucho más presente.  Que acá haya empresas que facilitan un arte que de otra forma desconoceríamos me parece válido. Siempre que el artista trabaje libremente, es la manera que tenemos para acceder a hacer y a ver estas obras. Para mí es un sueño. La envergadura, el lugar donde va a quedar expuesta…. Porque habría que chequear en algún registro cuál fue la última vez en que se ha donado una pieza a la ciudad para enriquecer culturalmente a la gente que vive aquí. En comparación con otros países y no sólo de Europa, miremos Brasil por ejemplo, el arte brota en cada esquina y no importa cuán pobre sea la zona. Esta conciencia acá recién comienza y aún falta el desarrollo de toda una cultura de amor por la obra publica que crea identidad, que alimenta. Ojala comiencen a verse los resultados de la ley de mecenazgo, ojala existan muchas más ediciones de este y otros premios así. Porque ganan los artistas y sin dudas gana la ciudad.

AD- ¿Y qué le dirá tu flor a la ciudad?
MC- Que hay muchas cosas que quieren florecer y que necesitan salir a la luz  y crecer por encima de cualquier impedimento. 

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